domingo, 16 de junio de 2013

pues nada, .., que voy, me suicido, y después me escapo de urgencias (2)

El tema es que, recapitulando muy muy brevemente, hago la ingesta doble de pastillas y, sin saber cómo, el Samur se presenta en el salón de casa (no sé cómo forzaron la puerta) y me trastada a urgencias. Ahí retomo los recuerdos, porque del despliegue del Samur en casa y el traslado, ni papa. Es más, el primer recuerdo que tengo en urgencias se produce ya con el ingreso relativamente avanzado, pues es cuando me están realizando el lavado de estómago.

¿Os han hecho alguna vez un lavado de estómago?..., pues es una experiencia muy muy muy desagradable. Si en algún momento os suicidáis, habladlo antes conmigo y os doy detalles, de esa forma descartaréis la ingesta de pastillas y buscaréis otras vías con menos efectos secundarios. Además, así, con variedad en las modalidades en intentos de suicidio, las puestas en común posteriores que podamos tener sobre los mismos serán más variadas y entretenidas....

El caso es que te meten un tubo por la nariz y otro por la boca y te piden que respires (¿¿¿???) ...., pero es que, además, y no sé a cuento de que, yo escuchaba (o creía escuchar, porque en mi estado todo era posiblke) como uno de los enfermeros me insultaba mientras realizaba la operación; 'ya verás hijo de tal como esto no lo repites ....., esto te pasa por cabrón...., hay que ser gilipollas para meterse tanta pastilla..., y a ahora nosotros aquí liados por tu culpa ...., lo que te mereces es una buena hostia y esto no nos lo haces otra vez.....'. Yo, al margen del mal rato que estaba pasando por lo de haber intentado suicidarme, no me provocaba precisamente sensaciones positivas el mal trago 'físico' de dolores y molestias que supone el proceso del lavado de estómago y la confusión general, y por lo tanto me estaba llenando de veneno en contra de aquel personaje que, supongo que después de haber tenido un mal día en casa, se estaba cebando conmigo. Por eso no menciono de qué hospital se trata, para que no paguen justos por pecadores, porque por el resto, el trato fue como lo es siempre, según mi juicio, en la estupenda sanidad española (no la privaticéis por favor so ignorantes, so borricos, so especuladores del mal ajeno), es decir, excelente.

Pasó lo peor, que fue esa noche, y por no alargarme demasiado, el día siguiente fue entretenido gracias al gran número de visitas y muestras de apoyo que recibí de todos los familiares que vinieron a verme (gracias a tod@s). Yo no pasé en ningún momento a habitación, y permanecí hasta la caída de la tarde en la zona de urgencias. EL caso es que en ese momento, al caer la tarde, tomé la decisión. Si me había querido suicidar era porque no estaba a gusto en ninguna parte, así que menos lo iba a estar en el pabellón de urgencias de un hospital, así que...., decidí que mi estancia allí tocaba a su fin y que, por tanto, tocaba escaparse .... Tuve mucha suerte, como ahora relataré, en los momentos clave de mi huida (también supe buscarla..., una cosa es que estuviera recién suicidado y otra que hubiera perdido el sentido común y la intuición). Retrasó algo mis planes la postrera visita de mi hermano pequeño, que vino hasta la cama llorando el hombre y me regaló un libro para que, como el dijo, la estancia allí se me hiciese más corta (y tan corta, pensé yo..., si todo sale bien, ni el libro ni yo vamos a estar por aquí demasiado tiempo). Se marcho y el plan de huida comenzó.

El primer golpe de suerte es que la bolsa (esa especie de bosa de basura enorme) en la que depositan la ropa con la que llegas, estaba junto a la cama (yo pensaba que se la llevaban a algún lugar por ahí de ropas de los ingresados ... ). Dudé..., ¿me quito el pijama o me pongo la ropa encima?. Era más rápido ponerse la ropa encima. Pero antes que nada había que quitarse las vías que tenía enganchadas al brazo izquierdo y a la mano derecha. La de la mano no, pero la del brazo me provocó cierta aprehensión. Sangré bastante después por el orificio que quedó al desvincularme de aquella vía.  Segundo golpe de suerte..., entró un sanitario y comentó: 'en seguida viene la cena..., ¿todo bien?'. Yo me tapé con la sábana y logré que no se percatara de que las vías andaban colgando por los laterales de la cama. Me levanto y con el corazón a cien, me pongo, sobre el pijama, mi ropa de calle.

Venía una de las peores partes..., salir de la habitación y circular por los pasillos como un 'civil' que andaba por allí deambulando. Tercer golpe de suerte. Entre la habitación y la salida de urgencias, no había que pasar por el control de enfermería. Éste quedaba a la izquierda de la puerta de la habitación, y la salida a la derecha. Sin embargo, sí había que superar el control que hay en toda puerta de urgencias, y que incluye: personal sanitario, personal administrativo y guardias jurado. No podía cruzar por allí sin ton ni son. Lo pensé unos segundos, y creí que lo mejor era cruzar aquel umbral cuando estuviese en plena ebullición por la entrada de alguna urgencia importante. Entonces, en mitad del revuelo, se notaría mucho menos que yo cruzaba la puerta en sentido contrario. Me metí en los servicios más cercanos a la salida y esperé a que la entrada de esa urgencia se produjera. Cuarto golpe de suerte: no debieron pasar más de cinco minutos y se oyeron las sirenas de al menos dos ambulancias del Samur que llegaban,  lo cual significaba que habría revuelo por partida doble. Y lo hubo, pues mientras entraban las camillas yo pude cruzar la salida de urgencias pasando inadvertido y llegar, al fin, hasta la calle. ya era 'civil' de nuevo...., pero podían darse cuenta de mi ausencia y, pensaba yo, enviar a los guardias jurado a buscarme por las zonas limítrofes al recinto del hospital..., luego debía hacer tiempo ,hasta que se posible rastreo pasara, en algún lugar en el que no 'diera mucho el cante'. La verdad es que estaba ya en la calle, pero muy nervioso, me sentía, aunque quizás ya sin motivo, vigilado, buscado y perseguido. caminé muy muy rápido hasta alejarme completamente de la zona de ambulancias ...

Buscaba aquel lugar de refugio temporal y ..., quinto golpe de suerte: había partido de fútbol (se notaba por que en aquel bar cercano al hospital eran todo hombre girados hacia un punto que debía ser el televisor..., eso no ocurre cuando echan 'pasapalabra'). Eso me iba a permitir tomarme un café y 'pegarme' a alguno de aquellos televidentes para comentar las jugadas, como suele hacerse en el ambiente desenfadado de los bares en día de partido, de forma que si pasaban por delante los vigilantes que supuestamente pudieran estar buscándome..., no verían a ningún sospechoso personaje solo, sino a un nutrido grupo de futboleros en espera de goles.... Cuando mi intuición me dijo que había pasado un tiempo prudente, pagué el café, dejé el partido a medias, me despedí, y me encaminé hacia la boca de metro más cercana (a unos cinco minutos). Venía un problema grave.

Tuve que elegir entre gastar el euro y poco que llevaba en el café o en el metro, y lo hice en el café porque pensaba que los primeros instantes tras la huida eran los de mayor posibilidad de fracaso del plan y porque era optimista en cuanto a que, de alguna forma, lograría presentarme en el andén del metro habiendo cruzado, no se cómo, previamente la taquilla sin abonar billete alguno, y lo era porque aquella boca era la 'secundaria' de la correspondiente estación, y las bocas secundarias suelen estar menos vigiladas. La cosa es que llego hasta la puerta del metro y, efectivamente, no había nadie en taquillas, pero sí, como suele ocurrir cuando no hay taquilleros ni taquilleras, un guarda jurado.

 
 
Estaba en una parte crítica del plan, porque la posibilidad de ir andando a casa suponía recorrer unos 10/12 km, para lo cual no me encontraba con fuerzas, así que pensé. Un vigilante jurado que se encuentra solo en una apartada boca de metro tiene un trabajo con demasiado tiempo libre. Eso les conduce a que, normalmente, tienen el hábito de salir de vez en cuando a echar un pitillo (éste podía no ser fumador y habérmelo tirado todo por tierra), por lo que me di un plazo de unos diez minutos para ver si eso ocurría, y..., sexto golpe de suerte, no debieron pasar ni dos que salió a encenderse el pitillito. Aproveché y salté el penúltimo obstáculo que me separaba de llegar a casa: las taquillas del metro.
 
Me sentí liberado, pero me asaltó una inquietante y profundísima preocupación. ¿Era posible que entre tanto intento de suicidio, traslado, ropa que va y viene..., ete.., yo aún llevara las llaves de casa encima?. Y, séptimo (el siete es mi número preferido) y último golpe de suerte, suelo llevarlas en el bolsillo pequeño que va dentro del bolsillo derecho de todos los pantalones vaqueros, ese bolsillo que nadie usa más que para guardar las monedas de céntimo..., y eso, allí estaban!!.
 
La huida finalizó y llegué a casa, no sin una leve inquietud por que se pudiera presentar allí la policía o el Samur o el juez o algún ministro o quien fuera a reingresareme....., pero eso..., eso nunca ocurrió..... Fin de la huida. El plan finalizó con éxito ...
 
Os dejo una cancioncilla esperando que os guste.
Gracias y un brazo a l@s que me seguís. Feliz semanita.
 
 
 
 
 


 

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